Patrimonio Cultural.

Al hablar de  patrimonio cultural tangible (mueble o inmueble) o intangible,  parece interesante la observación que hace Nuria Sanz Gallego1 al respecto: “Los bienes patrimoniales han dejado de constituir una carga económica para comenzar a perfilarse como motor de desarrollo.”

Me refiero con esto a que, es necesario pensar un patrimonio cultural que atienda su economía, no sólo desde una perspectiva para su conservación, disfrute o promoción, sino también en relación a los costos-beneficios que pueden sustraerse de ellos para el desarrollo de una comunidad.

No es precisamente mantener una relación exclusiva o sumergida en las reglas de mercado: oferta-demanda o rentable o poco rentable. Sin lugar a dudas es necesario establecer medidores cuantitativos, pero si hablamos de cultura, estos deben dialogar y fusionarse con los medidores cualitativos. En caso contrario, correremos el riesgo de una oferta cultural homogenizada. No desde una homogenización del mueblo o inmueble, ya que el patrimonio constituiría un bien único e irrepetible, pero si desde una trato para su solvencia evitando formulas estandarizadas.

Ahora  bien, si en el mercado actual, caracterizado por la globalización y la competencia, un activo (producto) no satisface las necesidades  y no es rentable, la lógica capitalista sería desecharlo, sustituirlo por otro que si satisfaga las expectativas de mercado. Pero ¿un bien patrimonial, con las mismas características que el anterior, debe ser desterrado, destruido o simplemente dejado de lado?.

La respuesta esperada es NO. El patrimonio esta más allá de su valor económico, debemos prestar atención a su valor simbólico , a su fundamento en la identidad nacional. Por ello es de esperar, en el caso expuesto anteriormente, su manutención por parte  del sector público, privado o mixto.

Sin embargo, como se sostenía en un principio, éste no debe ser una carga económica. Por esa razón, y más aún en el ámbito Estatal, se deben gestionar políticas sostenibles para no recaer en meras filantropías.

Observar y analizar los flujos del capital cultural del patrimonio, parece ser una variable prometedora.
Podemos pensar en acciones relativas al turismo cultural, añadiendo una dimensión social y económica al patrimonio. O sea, usufructuado por los ciudadanos y el visitante extranjero, pero también captando rentabilidad. Solo vasta leer las aportaciones que el turismo genera al producto bruto interno de los países.
 
A modo de corolario podemos afirmar que no es necesario que el patrimonio cultural tenga la misma liquidez financiera que cualquier activo del mercado. Pero si es necesario idear  una economía del patrimonio que se piense a si misma como un activo más, encontrando solvencias fructíferas, sin descuidar su conservación o preocupación por el medio ambiente, y así preponderar su valor como legado.

______________________________________
1  Sanz Gallego, Nuria: Para una Economía del Patrimonio, Pág. 261. 1996.

¡Tienes que ser miembro de movimiento | movimento para agregar comentarios!

Join movimiento | movimento

Enviarme un correo electrónico cuando me contesten –

Respuestas

  • Texto Realizado por Santiago Turenne para el Insituto Superior de Arte de Madird.
This reply was deleted.