Holguín en Danza: tender lazos amadores de mejores posibles
(A propósito del segundo Concurso de Danza del Atlántico Norte y Grand Prix Vladimir Malakhov)
Por Noel Bonilla-Chongo, desde Holguín (Cuba)
Después de transcurridas las intensas jornadas de la segunda edición del Concurso de Danza del Atlántico Norte y Grand Prix Vladimir Malakhov, nos queda el júbilo de los días compartidos. Vuelve la ciudad de Holguín a convertirse en centro de confrontación en torno a la creación y pedagogía dancísticas. Tramado como concurso, la cita se organiza alrededor del cumpleaños de Codanza, compañía que bajo la dirección de la maestra Maricel Godoy, es la anfitriona del evento.
Creo que, aun estimando el alto grado de preparación técnica de los bailarines cubanos, de las llevadas y traídas excelencias en sus desempeños; el saldo que nos deja este tipo de encuentro (no muy habituales en nuestro panorama escénico) siempre me regresará la confianza de mejores mañanas. Y es que,
no nos engañemos, la práctica coreográfica necesita de un gran salto.
Al pensarla, coreógrafos, danzantes, maestros, críticos, gestores y las estrategias instituciones, se debe apostar por interconectar los tiempos, los espacios, los límites kinestructurales de aquel otrora corpus unívoco, hoy quebrantado, amplificado, contaminado y contaminante.
Insistiremos en ser prisioneros de contextos, seguimos necesitando saber dónde, por qué, para qué, de qué manera. Solo que, a la altura de los tiempos que corren, no tiene sentido seguir resolviendo ligeramente la investigación y escritura coreográficas desde la urgente tecnificación corporal y el tema coreográfico preso del archiconocido “color local”. Se requiere dilatar miradas, mentes y espacios para poder articular con gracia, intencionalidad y “verosimilitud” ese entramado de hechos que con-forman la fabulación escénica y las responsabilidades de sus hacedores.
Más allá de los resultados de la competición, más allá de los ánimos caldeados a sazón de retos, premios, sospechas, consensos y discrepancias; el contar con un espacio privilegiado de cotejo sobre los derroteros (con sus certezas e incertidumbres reales) que constituyen a la danza cubana de este minuto, es francamente importante.
Talleres, clases maestras, conferencias, fórums temáticos, ensayos, audiciones, exposiciones, films, etc., se presentaron como agenda paralela a las noches de concurso. La sala principal del Teatro Eddy Suñol acogió más de treinta propuestas de agrupaciones de casi toda la isla y de países vecinos. Asimismo fue provechoso contar con el hacer de maestros cubanos y foráneos que generosamente compartieron sus saberes con jóvenes artistas y estudiantes. En ese sentido, distinguible sigue siendo el obrar de Silvina Fabars, Primera Bailarina del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba y Premio Nacional de Danza, quien no renuncia ser dadora gentil de su amplia experiencia acumulada. El haber tenido la dicha de disfrutar en vivo de la pedagogía y creación de Guillermo Horta, cubano radicado en Austria y quien fuera uno de los líderes de las nuevas búsquedas del arte escénico en la segunda mitad de la década del ochenta del siglo pasado.
Notable sería que hacia futuro, siga siendo Holguín en su Concurso una plaza convocante a las mejores conquistas y apuestas de la danza cubana. Danza sin distinciones geográficas, generacionales, poéticas o discursivas. Pensarnos como ese “país que baila”, seguirá siendo incontrastable en la medida que sepamos erigirnos con mano abierta pero “dura”; solo así el arte coreográfico podrá dialogar intencionado y propositivo con pasados gloriosos en nuestra memoria creativa y con noveles ofrecimientos.
Dejé Holguín en su segunda ocasión del Concurso de Danza del Atlántico Norte y Grand Prix Vladimir Malakhov, con la evidencia de un público atento, unos anfitriones elegantes y el interés manifiesto de los artistas participantes. Hoy, cuando la danza cubana y la vida misma de sus gentes posta por ser zona interpelante de lo “disperso” que produce sentido en sus vínculos, asociaciones, apropiaciones y negociaciones, votemos por actualizar el lugar de la teoría en la práctica de la Danza. Teoría más que externamente normativa, integrada, acompañante y revisora del propio discurso y pensamiento coreográfico de nuestros artistas.
Ojalá tengamos la largueza poética para aprender de los días vividos con una estrella del ballet mundial como Vladimir Malakhov y sus enseñanzas. Él, quien figurara en las carteleras más emblemáticas y pomposas del mundo, ahora decide acompañar los ensueños de los jóvenes creadores cubanos.
Sé que nuestra danza del mañana se volverá más galante en la medida que sigamos tendiendo puentes entre memorias, presencias y olvidos. Continuemos celebrando el estar como trofeo y festividad de juntarnos, discutir, instigar, confiar en el compromiso que implica la creación y pedagogía dancística en la Cuba de hoy.
Quiérase que para próximas ediciones del evento, la urdimbre se ensanche y esas voces ya recurrentes (Danza del Alma, Danza Espiral) de conjunto con los organizadores, multipliquen el abrazo para que aquellas innegables voces que hoy por hoy también forjan el hacer discursivo de la danza, se conviertan en presencias por las calles, plazas, parques y teatros holguineros.
Gracias a Maricel, Vladimir, Paul y todos los que desde Holguín en Danza, se aferran por tender lazos amadores de mejores posibles.
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