AL CIERRE, CARTA ABIERTA Este sábado 31 de enero, después de 5 años de trabajo, hemos cerrado la sala de escenalborde y con ello, se pierde un espacio ganado para la ciudad y las artes escénicas. Tal como lo imaginamos en el 2003, esta sala ofreció, a quienes se mueven por y en el circuito escénico, un espacio para que artistas - chilenos y extranjeros - y público compartieran. Por esto, las preguntas no tardan en llegar: ¿por qué? A muchos les cuesta entender, ya que levantamos una sala, gozamos de una buena imagen, nuestra gráfica es visible en la ciudad, realizamos seminarios internacionales y nuestro trabajo es reconocido tanto a nivel nacional como internacional. Entonces, ¿qué pasó? Pesó la realidad y resulta difícil exponer, en pocas palabras, los motivos que nos llevan a declarar el cierre de la sala. Es un hecho que las artes escénicas no son rentables ni lograrán ser autosustentables en Valparaíso, puesto que no existen las condiciones para ello, aunque el discurso turístico-cultural que se respira en el entorno porteño diga lo contrario. De muestra un botón: el desgaste provocado por la realización del Festival Danzalborde por el escaso apoyo de la Institucionalidad cultural. Durante las dos últimas versiones, el Festival se ha realizado en gran medida, gracias al esfuerzo como plataforma, que ha logrado una gestión internacional superior a los $30.000.000 anuales, más el aporte propio de largas horas de trabajo. Este aporte, contrastado con el total del presupuesto cultural 2008 del municipio o del área nacional de danza del CNCA, ponen esta cifra como un referente. Es una contradicción, si pensamos que el Festival puso el nombre de Valparaíso en el mapa internacional de la actividad cultural desde la danza y con ello ha aportado a la imagen de la ciudad. Tal como lo hemos experimentado, estamos en una ciudad que se presenta como un receptáculo precario para el desarrollo de las artes en general y más aún para las artes escénicas. Una ciudad que gracias a su nombramiento de Capital Cultural y Patrimonio de la Humanidad, es víctima de especulación inmobiliaria en torno al turismo-cultural. Aún no se ha logrado entender realmente que la actividad cultural es un capital significativo para el desarrollo de la sociedad entera; esto se hace más evidente cuando vemos que las inversiones apuntan hacia restaurantes, hostales y hoteles, y constantemente se pone énfasis en que los artistas deben acercarse al lenguaje empresarial, dejando de lado que la empresa puede y debe acercarse a las artes. Cuando la entrada debe costar $1000 o $2500 pesos desde hace 10 años para que asista público, cuando se invierte alrededor de 700 millones de pesos en el período de un mes en mega eventos culturales gratuitos a la ciudadanía -sin ver cómo eso repercute en los artistas y salas locales- la contradicción abruma. No obstante, el asunto no se trata sólo de dinero, ya que a esto se suma el escaso diálogo que existe entre las instituciones y los actores culturales respecto de cómo articular un Valparaíso para la cultura. Ahora bien, una inversión de esa magnitud podría llegar a la comunidad en base a la misma idea de gratuidad e impulsando a compañías y espacios alternativos, generando redes y circuitos que potencien el espacio territorial que es Valparaíso a través de acciones coordinadas; por ejemplo, subvencionando una parte de las entradas de las salas para activar el circuito escénico, beneficiando a una mayor cantidad de actores. Nuestra sala, al igual que otros espacios que se han cerrado, podrían estar funcionando y aportando en un clima de voluntad, diálogo y entendimiento. Y si miramos el territorio nacional, sin ir más lejos, hoy cierra también en Concepción la sala de Calaucán, espacio emblemático de la danza nacional con una larga trayectoria en el trabajo profesional desde regiones. En Valparaíso, lo que sucede en este contexto, es que cuando aparece un nuevo actor que tiene la capacidad de producir en base al fondo del Estado, genera un desequilibrio que termina por aplastar a los independientes si no está dispuesto a mirar y dialogar. Desde este punto de vista, el Estado no puede convertirse en un competidor de los actores a los que se supone debe fomentar. A esto, se suma que el sistema cultural en Valparaíso es muy frágil. Competir con la amplia oferta cultural gratuita, genera una dinámica que impide que las salas puedan surgir. No olvidemos que en la ciudad, históricamente, las salas se cierran; El Círculo y Teatro la Matriz, son un buen ejemplo; en su momento hubo un circuito informal para las artes escénicas en la calle Aldunate que desapareció sin que nadie viera en él una aporte a la ciudad. Por otra parte, sentimos el cansancio de buscar permanentemente canales de asociatividad de cogestión con instituciones privadas y públicas no asistencialista, donde se persiga objetivos compartidos y no sólo se “nos ayude”. Paradojalmente, nuestro trabajo y logros son mencionados en discursos y estudios estadísticos; pero nuestras invitaciones a compartir acciones no son acogidas. Hacemos la crítica respecto del vínculo como actores culturales con las instituciones que se preocupan por la cultura desde lo macro. Qué nos mueve, qué los mueve, cuáles son nuestros derechos y obligaciones como ciudadanos y cuáles son sus deberes y obligaciones como instituciones de Estado, cuáles son las de los privados que también forman parte del tejido social y cuáles son las responsabilidades que, uno por iniciativa propia, decide asumir. No queremos que estas afirmaciones sean recibidas como quejas en busca de culpables; también hacemos autocrítica. En este sentido, nuestro principal error ha sido mostrarnos al entorno desde la solidez que nos da el tener claro qué hacer y hacerlo seriamente. En el entendido de que la sociedad se construye entre todos, es que pensamos que nuestro trabajo ha sido un constante aporte al crecimiento cultural de la ciudad. Desde su línea de capacitación, escenalborde utilizó la sala como espacio para la formación en artes escénicas mediante un diplomado, un plan anual integral, en residencias de creación y constantes ciclos de talleres abiertos de danza y teatro, consolidando un equipo de excelentes docentes que colaboraron con toda su experiencia en los pasacalles 2006 y 2008. También fue un espacio de producción, donde las ferias de diseño independiente fueron una oportunidad para aquellos jóvenes talentos del diseño local para dar a conocer un producto creativo y de calidad; fue escenario de compañías y de creadores interesados en la investigación y en el compartir sus procesos, educándonos junto al público y promoviendo así el intercambio tan necesario en el campo de la creación. Finalmente, el camino construido con nuestro trabajo diario y el de muchos que han pasado por esta sala, se concentra y vierte también en la realización anual del Festival Danzalborde. En síntesis, hemos contribuido esforzadamente, al igual que muchos, a descentralizar la cultura y hemos participado en redes de apoyo que han permitido el desarrollo de las artes escénicas. Pese a todo lo anterior, la sala cierra. Sin embargo, nuestro proyecto es una responsabilidad asumida con el entorno social de forma voluntaria, pero en la medida que se inserta en el tejido social, se vuelve público. Hacemos en el contexto de la ciudad y el país, movemos desde la danza y las artes escénicas nuestras ideas para construir día a día nuestro entorno. Aportamos a la construcción de una sociedad mejor en la medida que nuestro trabajo como profesionales lo permite. Esta semana la sala reunió, a través de diversos seminarios, a docentes y alumnos provenientes de Alemania, Francia, Irán, Brasil, Argentina (Córdoba, Mendoza, Rosario y Buenos Aires) y Chile (Coquimbo, Iquique, Santiago, Villa Alemana, Quintero, Valparaíso y Viña). Mientras escribimos estas palabras, 25 personas trabajan por última vez en el salón de la sala escenalborde, y discuten en profundidad sobre el lugar del cuerpo en la creación escénica, compartiendo reflexiones que dejan entrever diferentes miradas y entendimientos, diferentes acentos y procedencias, pensando juntos cómo construir nuestro hacer. Y hoy nuestra sala deja de existir y a nadie le preocupa realmente, más que a nosotros mismos. Lo que felizmente podemos decir, es que ese “nosotros” es más grande de lo imaginado, es un nosotros que trasciende a la danza misma, y trasciende los bordes de la ciudad, tal como al nombrarnos y soñar nuestro proyecto nos lo propusimos. Todo el trabajo realizado nos permite decir hoy que la siembra ha sido poderosa. Nuestro trabajo se centra en las artes escénicas y es desde allí que trazamos todas las conexiones posibles para aportar a la construcción del tejido social de la ciudad y el país, poniéndonos siempre en un contexto internacional. Sólo podemos decir que, pese a todos nuestros esfuerzos, no confluyeron visiones y voluntades. La sala se cerró, pero seguimos creyendo en el proyecto escenalborde. Como directores queremos agradecer a todos los que trabajaron con nosotros en la construcción de este espacio. Al equipo de gestión, diseñadores, compañías, creadores, docentes, medios de comunicación, colaboradores, alumnos, público, amigos y a nuestras incondicionales familias que también vivieron escenalborde, infinitas gracias. Rocío Rivera e Iván Sánchez Directores escenalborde Valparaíso, 31 de enero de 2009.
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