(Foto tomada facebook de Bahri Ben Yahmed)
por Gilles Jobin, coreógrafo
Traducido por R.Gé
Si la “Primavera árabe” desencadenó un verdadero tsunami político, otra revolución -la de los cuerpos- está en curso y la danza es uno de sus principales conductores. En este momento, presenciamos en las calles de Túnez o del Cairo, la reivindicación de un espacio democrático a través de los signos de la danza mediante los cuales los cuerpos en movimiento reivindican la libertad y la democracia. Bailarines urbanos y contemporáneos se encuentran juntos en la calle, frente a los zocos1, o durante las manifestaciones, a veces entre gasees lacrimógenos para defender la libertad. La fuerza de la evocación silenciosa de la danza se encuentra así en el centro de un debate democrático en los países árabes.
Cuando Besma Khalfaouli, la viuda del sindicalista tunecino Chokri Belaid asesinado el 6 de febrero de 2013, fue a Ginebra algunas semanas después del asesinato de su marido, declaró a la prensa que “los jóvenes en Túnez utilizan en este momento la danza callejera como un medio de resistencia, este es el tipo de acción que vamos a apoyar”(TDG, 1 marzo, 2013). Es el mensaje del cuerpo, la danza de signos que Besma Belaouid reivindica cuando dice que en su país, la voz de la juventud de ahora en adelante se expresa a través de la danza.
Pero, ¿por qué el arte silencioso de la danza ha obtenido un lugar como este en el debate democrático de Túnez además de en otros países árabes? ¿Es por su fuerza de evocación que cuestiona más allá de lo político? ¿Acso el silencio de un cuerpo en movimiento habla mejor de la noción de libertad que un discurso apasionado? Aquí, el lenguaje del cuerpo parece, superar simbólicamente a la palabra. Cuando los bailarines tunecinos de Art Solution dieron título a sus interpretaciones urbanas: “bailaré a pesar de todo”, reivindicaron la libertad de los cuerpos “a pesar de todo”. Se negaron a “ceder ante las fuerzas oscurantistas y retrógradas” que progresan en Túnez “a pesar de todo”. En sus mentes está descartada una revolución en la que se niegue al cuerpo, en la que la danza pierda el derecho de existir. La danza es su medio de expresión favorito y en ningún caso renunciarían a ella. Si la danza no está prohibida en Túnez, lo está en Irán (el contexto es distinto, pero la amenaza es muy real) y los salafistas tunecinos no dudan en atacar a los artistas. Durante una entrevista con L’Orient –Le Jour, Bahri Ben Yahmed del colectivo Art Solution explica que la idea de sus representaciones, que son filmadas y difundidas ampliamente por internet, se le ocurrió después del incidente del 25 de marzo de 2012, mientras que los manifestantes salafistas atacaron a los artistas que ofrecían un espectáculo callejero sobre la avenida Burguiba en ocasión del día mundial del teatro. “Es una fecha que está todavía marcada en las mentes de los artistas tunecinos”, afirma Bahri Ben Yahmed. “Entren a sus teatros”, nos gritaban los salafistas, “¡La calle ya no les pertenece!”
“Tuvimos miedo de que nos encerraran, que nos aislaran del mundo, que prohibieran a la gente asistir al teatro”, confiesa el joven bailarín tunecino. “Nuestra iniciativa busca justamente decir no a estas prácticas, ¡la calle aún nos pertenece! Estos videos son la expresión de un acto de resistencia contra el oscurantismo, estamos en confrontación directa con los salafistas y nuestra única arma es el arte”. Estas palabras hacen eco a las de Afshin Gaffarian, un joven bailarín autodidacta iraní quien debió huir de su país en 2009 debido a la represión a la que era sometido al ser bailarín, quien además afirmaba con orgullo a su llegada a Europa: “dance is my weapon”.
Este fenómeno parece único en la historia de la danza. Hasta donde nos alcanza la memoria, la danza nunca había participado con tanta fuerza en un combate democrático. Históricamente, la danza fue más que nada un instrumento de propaganda del poder. En el siglo XX, tanto en el III Reich como en los regímenes comunistas se usó y se abusó de su poder para evocar un “cuerpo sano en una mente sana”. Las vanguardias artísticas incluyeron la danza como elemento liberador del cuerpo y del pensamiento, pero como arte oficial, la danza “académica” en occidente no escapa a ser expresión de una forma artística elitista desvinculada de las masas.
Con la aparición de las formas de danza urbana a finales del siglo XX, globalizadas inmediatamente gracias, primero, a MTV y después a la internet fue como la danza se volvió una expresión popular y de las masas. Salida por primera vez de los ghettos sociales de las grandes ciudades se esparció por el planeta permitiendo a los jóvenes practicantes del norte y del sur formar una identidad global, una idea de unidad liberada de las restricciones morales de la sociedad. En adelante, la danza operaría más allá de las barreras culturales y geográficas tradicionales y como por capilaridad unió a las poblaciones urbanas más allá de las fronteras en un mismo movimiento generacional mundial.
Al invitar a los bailarines del colectivo tunecino Art Solution a presentar sus interpretaciones urbanas en Ginebra, ciudad de los derechos humanos, pero en la que se prohibió la práctica de la danza en los tiempos de Calvino, ofrecemos a estos “activistas de la danza” un foro internacional y solidario a sus reivindicaciones pero también la expresión de un símbolo: la danza es tan silenciosa como potente y el progreso no es posible si restringimos los cuerpos a la inmovilidad.
Gilles Jobin
Ginebra, 31 de marzo 2013
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