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Les Ballet de Monte-Carlo en La Habana: un goce excepcional
Por Noel Bonilla-Chongo, desde LA Habana12249258692?profile=original12249263458?profile=original

Acompañado por Su Alteza Real (S.A.R) La Princesa de Hanovre, la más reciente edición del Festival de Teatro de La Habana, trajo a las tablas de la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, a Les Ballets de Monte-Carlo. Sin duda alguna, el debut en escenario cubano de la importante compañía, fue un suceso extraordinario.
Precisamente, fue la voluntad de S.A.R. La Princesa de Hanovre, quien fundara en 1985 Les Ballets de Monte-Carlo, extendiendo un puente de continuidades y, también, de aperturas. Inspirado en los Ballets Rusos que con Serge Diaghilev al mando, se erigiera estandarte en la reinvención de la danza académica del pasado siglo XX, hoy la compañía se registra dentro de las mejores voces de la historia del arte coreográfico.
En 1993, Jean-Christophe Maillot fue nombrado director y coreógrafo de la agrupación. Él ha producido por más de veinte años, un fértil diálogo entre tradición e innovación. Sus propias creaciones originales y el aporte de cardinales maestros internacionales singularizan el repertorio activo de la compañía. De los establecidos Lucinda Childs, William Forsythe, Jiry Kylian, Nacho Duato a otros ya imprescindibles: Sidi Larbi Cherkaoui, Marco Goecke, Shen Wei, Alexander Ekman o Emio Greco. Conserva así, la actual troupe aquel espacio privilegiado de creación y expresión en franco desarrollo.
Y es que, tal como anotara S.A.R: “La práctica de la danza en Mónaco solo tiene sentido como tradición en la modernidad. No es nostalgia por un pasado revolucionador. Es, en sí misma, vigilia y escucha de formas más renovadoras”. Tras haber compartido en funciones, ensayos, conferencia de prensa, no nos queda duda de la aseveración de la princesa. Conformado por cincuenta bailarines de una veintena de países; el elocuente simbolismo, la naturalidad expresiva y la contemporaneidad discursiva en los modos de asumir la danza en Les Ballets de Monte-Carlo, distinguen las presentaciones y proyección artística del conjunto.
Muy emotivo fue el recibimiento efectuado por los estudiantes y docentes de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso a los invitados. En el encuentro, S.A.R. elogió el alto nivel técnico e interpretativo de los artistas en formación. La Princesa de Hanovre y Jean Christophe Maillot manifestaron el interés de establecer intercambios, ofrecer becas y pasantías entre las academias de Cuba y el Principado de Mónaco. Asimismo, durante las breves conversaciones protocolares con Julián González, ministro de Cultura cubano, los altos visitantes mostraron el deseo de posibilitar colaboraciones entre Les Ballets de Monte-Carlo y los artistas cubanos de ballet y danza.
Por otra parte, Alicia Alonso, prima ballerina assolutta y directora del Ballet Nacional de Cuba, recibió en la sede la compañía, calle Calzada No. 510 en pleno Vedado capitalino a S.A.R. La Princesa de Hanovre y Jean Christophe Maillot. Durante el recorrido por la instalación, los visitantes presenciaron un ensayo de la pieza Tiempo de Danzón, donde el coreógrafo cubano Eduardo Blanco propone a partir del tratamiento contemporáneo del ballet, un bosquejo hacia las raíces tradicionales del baile nacional cubano.
Para las presentaciones habaneras de Les Ballet de Monte-Carlo, se escogió la pieza Cenicienta. Ballet que resume la reputación de antropólogo coreográfico de Jean-Christophe Maillot. En esta versión, el artista revisita el mito de Cenicienta para ofrecer una particular reflexión sobre el valor de la memoria en el reordenamiento del presente y del futuro. El tan llevado y traído tema del príncipe que se casa con la plebeya, ahora se ensancha para sobrepasar esperanzas y decepciones, sueños y conquistas. Maillot va más lejos, prefiere hurgar en el funcionamiento emocional que crean los mecanismos instintivos de este añoso cuento atemporal para asociarlo a preocupaciones que circundan la vida de mujeres y hombres de estos tiempos.
Música, iluminación, escenografía, vestuario, se complicitan en una puesta en acción donde la grafía del movimiento y la reestructuración espacial crean un mundo paralelo y, al mismo tiempo, amplio, multiplicador, ilimitado. Esperanza, confianza, utopías y certezas se dan la mano desde la reinvención del legado de la técnica académica y las relaciones proxémicas que se crea entre trastos escenográficos, objetos, trajes, intriga argumental.
Coexiste en el hacer coreográfico de Les Ballets de Monte-Carlo, la intención manifiesta y confiable del trabajo en equipo. Figuran en sus producciones coreográficas, el diálogo con artistas visuales relevantes: George Condo, Ernest Pignon-Ernest, Philippe Favier, Dominique Drillot; con compositores como Yan Maresz, Andrea Cera, Ivan Fedele, Ramon Lazkano, Martin Matalon, Gérard Pesson, Marc Ducret, Daniel Teruggi o, con creadores de vestuario como Karl Lagerfeld, Philippe Guillotel y Jérôme Kaplan. Asimismo, al tanto de las complicidades entre las nuevas tecnologías y la danza, los fotógrafos y videastas Ange Leccia y Gilles Delmas intervienen las constantes búsquedas coreográficas de Maillot y la compañía que dirige.
Una amplia y diversa producción coreográfica sitúan a Jean-Christophe Maillot dentro de los autores contemporáneos más relevante del panorama de la danza actual. Su investigación personal comprende un suerte de “lenguaje otro” en la danza académica, desde la reformulación de las sagas clásicas a la reinvención de temas y formas abstractas.
Su gestión directiva al frente de Les Ballets de Monte Carlo, le ha otorgado a la compañía un importante perfeccionamiento. Aclamada en los más importantes circuitos teatrales del mundo, está abierta al intercambio con las maneras más diversas de entender el arte de la escritura coreográfica en el Siglo XXI. Junto a la Academia de la Princesa Grace de Mónaco y el Foro de Danza, el innovar constante de la agrupación, participa en la reputación cultural internacional y la influencia artística del Principado.
Para el público cubano, amador exigente del arte balletístico y de sus conquistas más certeras, recibir la vista de Les Ballets de Monte-Carlo bajo de presidencia de S.A.R La Princesa de Hanovre y disfrutar de Cenicienta como propuesta de clausura en la dieciséis edición del Festival de Teatro de La Habana (FTH), fue un goce excepcional.

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Defilló en La Habana: entre imagen y movimiento, siempre la Boán
Por Noel Bonilla-Chongo
Para Marianela Boán, una de las creadoras más notables que ha tenido la danza contemporánea cubana desde mediados de la década del ochenta del pasado siglo, hoy radicada en República Dominicana y al frente de la Compañía Nacional de Danza de la isla vecina; es Defilló, la pieza que siempre quiso hacer desde su retorno al Caribe.
La pieza estructura su escritura coreográfica a partir de la narrativa de la amplia y exquisita obra pictórica de Fernando Peña Defilló. Artista visual y también crítico de arte que, desde su filiación estética al informalismo español, devuelve su potencial expresivo totalizante, en una pintura definida “por y para la dominicanidad y el antillanismo”, dejando que la autoctonía de su ingenio y maestría, cimienten una sólida y contundente producción artística con caracteres identitarios reconocibles en la República Dominicana, el Caribe todo y mucho más allá de nuestras latitudes.
En apariencias, la coreógrafa realiza una suerte de sutil transferencia de la iconografía e idiosincrasia dominicana asentada en Peña Defilló hacia la escena. Suerte de amplio lienzo que le permite tejer una urdimbre donde la referencialidad inmediata, la asociación adyacente y la propiación simbólica, resultan claves elocuente de un trazado espacial, corporal, situacional e imaginal verídico y concreto. No hay en Defilló, aun cuando siento un evidente propósito figurativo en su literalidad, la procacidad burda del calco acostumbrado en la escritura coreográfica que toma como móvil creativo determinada obra plástica. Por el contrario, Boán reinterpreta el universo y estilística del pintor, su manifiesto carácter endógeno de la insularidad, para hurga en los vericuetos geocéntricos de Dominicana y, por extensión, de cualquier reducto isleño del Caribe. Realismo, expresionismo, neo-primitivismo, geometrismos, yuxtaposición, policromía, idas y vueltas, etc.; en la medida que se vuelven trazos vehiculantes de la obra del pintor, en la pieza de Marianela proponen una novel imagen, donde el accionar narrante del cuerpo gana protagonismo absoluto.
Tal vez por ello, esta es la obra que la coreógrafa se debía en su nuevo escenario de acogida. No hasta este minuto, los bailarines que integran la Compañía Nacional de Danza han logrado acumular las experiencias corporales, motivacionales, culturales, que exigen los procesos de investigación y escritura asumidos por Marianela. Cuerpos dóciles y, a la vez, autónomos en su vocabulario expresivo y modo de reinterpretar la pauta.
En Defilló, tal como se sucede en las múltiples imágenes creadas por el pintor, se modula una equidad estética donde las relaciones entre lo aparencial y lo sugerido, la forma y el color, lo visible y lo invisible, etc., crean un universo poblado por esos personajes recurrentes e invariantes de nuestras realidades cotidianas. La familia, su foto, sus fugas y fracturas. La fruta, su color, su textura, su olor. La mesa como punto de encuentro y como instancia de disonancia.
Si bien la labor coreográfica de Marianela Boán y su gran creación: la fundación de la compañía DanzAbierta hace ya treinta años (con la que produjera las piezas más memorables del catálogo razonado de la danza contemporánea cubana El pez de la torre nada en el asfalto o Chorus Perpetuus), está signada por el tratamiento discursivo-espectacular de las inquietudes y conflictos del hombre consigo mismo y con la sociedad que lo circunda, por su interés en develar mitos, conservadurismos y el dominio que le atribuye a los niveles o planos dramatúrgicos, etc., hoy por hoy, en su actual territorio creativo, Boán está regresando a la danza que baila. Instancia que no significaría un retroceso o alto en sus modos avant-garde de entender la acción danzaria o el rol del sujeto danzante, me atrevería a pensar que se está produciendo una recapitulación donde el contexto vuelve a resemantizar los dispositivos que legitiman a la danza como zona discutible de lo “irrepresentable”.
Tal como le ocurriera a Peña Defilló cuando regresó de Europa a Dominicana; al volver de Norteamérica al Caribe, Marianela retoma un viaje donde su otrora y supuesto sentido de lo “no-formal” se transforma en polifonía discursiva del cuerpo y también de la imagen. Regresar a los valores primarios de la geométrica del vocabulario técnico de la danza, de la movimentalidad denotativa del salto, el giro, la caída, etc., le permiten establecer una relación más colindante con esos espacios que Peña Defilló volvió habitar (tal como ha registrado la crítica Marianne de Tolentinoa), para ocupar, para poblar de par en par, su pintura hacia la representación criolla, la de su gente y sus tradiciones, la de su mística y su sincretismo. Con Defilló, ahora en una Habana teatral, la Boán ha retornado siempre entre imagen y movimiento.12249248488?profile=original

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Holguín en Danza: tender lazos amadores de mejores posibles
(A propósito del segundo Concurso de Danza del Atlántico Norte y Grand Prix Vladimir Malakhov)

Por Noel Bonilla-Chongo, desde Holguín (Cuba)12249264259?profile=original

Después de transcurridas las intensas jornadas de la segunda edición del Concurso de Danza del Atlántico Norte y Grand Prix Vladimir Malakhov, nos queda el júbilo de los días compartidos. Vuelve la ciudad de Holguín a convertirse en centro de confrontación en torno a la creación y pedagogía dancísticas. Tramado como concurso, la cita se organiza alrededor del cumpleaños de Codanza, compañía que bajo la dirección de la maestra Maricel Godoy, es la anfitriona del evento.
Creo que, aun estimando el alto grado de preparación técnica de los bailarines cubanos, de las llevadas y traídas excelencias en sus desempeños; el saldo que nos deja este tipo de encuentro (no muy habituales en nuestro panorama escénico) siempre me regresará la confianza de mejores mañanas. Y es que,
no nos engañemos, la práctica coreográfica necesita de un gran salto.
Al pensarla, coreógrafos, danzantes, maestros, críticos, gestores y las estrategias instituciones, se debe apostar por interconectar los tiempos, los espacios, los límites kinestructurales de aquel otrora corpus unívoco, hoy quebrantado, amplificado, contaminado y contaminante.
Insistiremos en ser prisioneros de contextos, seguimos necesitando saber dónde, por qué, para qué, de qué manera. Solo que, a la altura de los tiempos que corren, no tiene sentido seguir resolviendo ligeramente la investigación y escritura coreográficas desde la urgente tecnificación corporal y el tema coreográfico preso del archiconocido “color local”. Se requiere dilatar miradas, mentes y espacios para poder articular con gracia, intencionalidad y “verosimilitud” ese entramado de hechos que con-forman la fabulación escénica y las responsabilidades de sus hacedores.
Más allá de los resultados de la competición, más allá de los ánimos caldeados a sazón de retos, premios, sospechas, consensos y discrepancias; el contar con un espacio privilegiado de cotejo sobre los derroteros (con sus certezas e incertidumbres reales) que constituyen a la danza cubana de este minuto, es francamente importante.
Talleres, clases maestras, conferencias, fórums temáticos, ensayos, audiciones, exposiciones, films, etc., se presentaron como agenda paralela a las noches de concurso. La sala principal del Teatro Eddy Suñol acogió más de treinta propuestas de agrupaciones de casi toda la isla y de países vecinos. Asimismo fue provechoso contar con el hacer de maestros cubanos y foráneos que generosamente compartieron sus saberes con jóvenes artistas y estudiantes. En ese sentido, distinguible sigue siendo el obrar de Silvina Fabars, Primera Bailarina del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba y Premio Nacional de Danza, quien no renuncia ser dadora gentil de su amplia experiencia acumulada. El haber tenido la dicha de disfrutar en vivo de la pedagogía y creación de Guillermo Horta, cubano radicado en Austria y quien fuera uno de los líderes de las nuevas búsquedas del arte escénico en la segunda mitad de la década del ochenta del siglo pasado.
Notable sería que hacia futuro, siga siendo Holguín en su Concurso una plaza convocante a las mejores conquistas y apuestas de la danza cubana. Danza sin distinciones geográficas, generacionales, poéticas o discursivas. Pensarnos como ese “país que baila”, seguirá siendo incontrastable en la medida que sepamos erigirnos con mano abierta pero “dura”; solo así el arte coreográfico podrá dialogar intencionado y propositivo con pasados gloriosos en nuestra memoria creativa y con noveles ofrecimientos.
Dejé Holguín en su segunda ocasión del Concurso de Danza del Atlántico Norte y Grand Prix Vladimir Malakhov, con la evidencia de un público atento, unos anfitriones elegantes y el interés manifiesto de los artistas participantes. Hoy, cuando la danza cubana y la vida misma de sus gentes posta por ser zona interpelante de lo “disperso” que produce sentido en sus vínculos, asociaciones, apropiaciones y negociaciones, votemos por actualizar el lugar de la teoría en la práctica de la Danza. Teoría más que externamente normativa, integrada, acompañante y revisora del propio discurso y pensamiento coreográfico de nuestros artistas.
Ojalá tengamos la largueza poética para aprender de los días vividos con una estrella del ballet mundial como Vladimir Malakhov y sus enseñanzas. Él, quien figurara en las carteleras más emblemáticas y pomposas del mundo, ahora decide acompañar los ensueños de los jóvenes creadores cubanos.
Sé que nuestra danza del mañana se volverá más galante en la medida que sigamos tendiendo puentes entre memorias, presencias y olvidos. Continuemos celebrando el estar como trofeo y festividad de juntarnos, discutir, instigar, confiar en el compromiso que implica la creación y pedagogía dancística en la Cuba de hoy.
Quiérase que para próximas ediciones del evento, la urdimbre se ensanche y esas voces ya recurrentes (Danza del Alma, Danza Espiral) de conjunto con los organizadores, multipliquen el abrazo para que aquellas innegables voces que hoy por hoy también forjan el hacer discursivo de la danza, se conviertan en presencias por las calles, plazas, parques y teatros holguineros.
Gracias a Maricel, Vladimir, Paul y todos los que desde Holguín en Danza, se aferran por tender lazos amadores de mejores posibles.

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Les Ballet de Monte-Carlo en La Habana: un goce excepcional
Por Noel Bonilla-Chongo, desde LA Habana12249258692?profile=original12249263458?profile=original

Acompañado por Su Alteza Real (S.A.R) La Princesa de Hanovre, la más reciente edición del Festival de Teatro de La Habana, trajo a las tablas de la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, a Les Ballets de Monte-Carlo. Sin duda alguna, el debut en escenario cubano de la importante compañía, fue un suceso extraordinario.
Precisamente, fue la voluntad de S.A.R. La Princesa de Hanovre, quien fundara en 1985 Les Ballets de Monte-Carlo, extendiendo un puente de continuidades y, también, de aperturas. Inspirado en los Ballets Rusos que con Serge Diaghilev al mando, se erigiera estandarte en la reinvención de la danza académica del pasado siglo XX, hoy la compañía se registra dentro de las mejores voces de la historia del arte coreográfico.
En 1993, Jean-Christophe Maillot fue nombrado director y coreógrafo de la agrupación. Él ha producido por más de veinte años, un fértil diálogo entre tradición e innovación. Sus propias creaciones originales y el aporte de cardinales maestros internacionales singularizan el repertorio activo de la compañía. De los establecidos Lucinda Childs, William Forsythe, Jiry Kylian, Nacho Duato a otros ya imprescindibles: Sidi Larbi Cherkaoui, Marco Goecke, Shen Wei, Alexander Ekman o Emio Greco. Conserva así, la actual troupe aquel espacio privilegiado de creación y expresión en franco desarrollo.
Y es que, tal como anotara S.A.R: “La práctica de la danza en Mónaco solo tiene sentido como tradición en la modernidad. No es nostalgia por un pasado revolucionador. Es, en sí misma, vigilia y escucha de formas más renovadoras”. Tras haber compartido en funciones, ensayos, conferencia de prensa, no nos queda duda de la aseveración de la princesa. Conformado por cincuenta bailarines de una veintena de países; el elocuente simbolismo, la naturalidad expresiva y la contemporaneidad discursiva en los modos de asumir la danza en Les Ballets de Monte-Carlo, distinguen las presentaciones y proyección artística del conjunto.
Muy emotivo fue el recibimiento efectuado por los estudiantes y docentes de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso a los invitados. En el encuentro, S.A.R. elogió el alto nivel técnico e interpretativo de los artistas en formación. La Princesa de Hanovre y Jean Christophe Maillot manifestaron el interés de establecer intercambios, ofrecer becas y pasantías entre las academias de Cuba y el Principado de Mónaco. Asimismo, durante las breves conversaciones protocolares con Julián González, ministro de Cultura cubano, los altos visitantes mostraron el deseo de posibilitar colaboraciones entre Les Ballets de Monte-Carlo y los artistas cubanos de ballet y danza.
Por otra parte, Alicia Alonso, prima ballerina assolutta y directora del Ballet Nacional de Cuba, recibió en la sede la compañía, calle Calzada No. 510 en pleno Vedado capitalino a S.A.R. La Princesa de Hanovre y Jean Christophe Maillot. Durante el recorrido por la instalación, los visitantes presenciaron un ensayo de la pieza Tiempo de Danzón, donde el coreógrafo cubano Eduardo Blanco propone a partir del tratamiento contemporáneo del ballet, un bosquejo hacia las raíces tradicionales del baile nacional cubano.
Para las presentaciones habaneras de Les Ballet de Monte-Carlo, se escogió la pieza Cenicienta. Ballet que resume la reputación de antropólogo coreográfico de Jean-Christophe Maillot. En esta versión, el artista revisita el mito de Cenicienta para ofrecer una particular reflexión sobre el valor de la memoria en el reordenamiento del presente y del futuro. El tan llevado y traído tema del príncipe que se casa con la plebeya, ahora se ensancha para sobrepasar esperanzas y decepciones, sueños y conquistas. Maillot va más lejos, prefiere hurgar en el funcionamiento emocional que crean los mecanismos instintivos de este añoso cuento atemporal para asociarlo a preocupaciones que circundan la vida de mujeres y hombres de estos tiempos.
Música, iluminación, escenografía, vestuario, se complicitan en una puesta en acción donde la grafía del movimiento y la reestructuración espacial crean un mundo paralelo y, al mismo tiempo, amplio, multiplicador, ilimitado. Esperanza, confianza, utopías y certezas se dan la mano desde la reinvención del legado de la técnica académica y las relaciones proxémicas que se crea entre trastos escenográficos, objetos, trajes, intriga argumental.
Coexiste en el hacer coreográfico de Les Ballets de Monte-Carlo, la intención manifiesta y confiable del trabajo en equipo. Figuran en sus producciones coreográficas, el diálogo con artistas visuales relevantes: George Condo, Ernest Pignon-Ernest, Philippe Favier, Dominique Drillot; con compositores como Yan Maresz, Andrea Cera, Ivan Fedele, Ramon Lazkano, Martin Matalon, Gérard Pesson, Marc Ducret, Daniel Teruggi o, con creadores de vestuario como Karl Lagerfeld, Philippe Guillotel y Jérôme Kaplan. Asimismo, al tanto de las complicidades entre las nuevas tecnologías y la danza, los fotógrafos y videastas Ange Leccia y Gilles Delmas intervienen las constantes búsquedas coreográficas de Maillot y la compañía que dirige.
Una amplia y diversa producción coreográfica sitúan a Jean-Christophe Maillot dentro de los autores contemporáneos más relevante del panorama de la danza actual. Su investigación personal comprende un suerte de “lenguaje otro” en la danza académica, desde la reformulación de las sagas clásicas a la reinvención de temas y formas abstractas.
Su gestión directiva al frente de Les Ballets de Monte Carlo, le ha otorgado a la compañía un importante perfeccionamiento. Aclamada en los más importantes circuitos teatrales del mundo, está abierta al intercambio con las maneras más diversas de entender el arte de la escritura coreográfica en el Siglo XXI. Junto a la Academia de la Princesa Grace de Mónaco y el Foro de Danza, el innovar constante de la agrupación, participa en la reputación cultural internacional y la influencia artística del Principado.
Para el público cubano, amador exigente del arte balletístico y de sus conquistas más certeras, recibir la vista de Les Ballets de Monte-Carlo bajo de presidencia de S.A.R La Princesa de Hanovre y disfrutar de Cenicienta como propuesta de clausura en la dieciséis edición del Festival de Teatro de La Habana (FTH), fue un goce excepcional.

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Arte cubano contemporáneo: de una isla a otra isla
Por Noel Bonilla-Chongo12249264856?profile=original

Hace algunos años, la Dirección de Asuntos Culturales de Ajaccio (ciudad principal en la isla de Córcega) y la Fundación Brownstone radicada en París, junto al Ministerio de Cultura de Cuba, planeaban una muestra expositiva y de presentaciones artísticas cubanas en importantes escenarios de la ciudad francesa al centro del Mediterráneo. Motivados por la fértil creatividad del arte cubano, por sus dinámicas internas de gestión y conquistas que le han permitido un posicionamiento significativo en importantes circuitos internacionales; seducidos por los discursos tan diversos, encontrados e innovantes, donde el trueque entre tradición y contemporaneidad rebasan normativas taxativas y las propias fronteras geográficas cubanas, la muestra que todavía se exhibe en Ajaccio, continúa cautivando a los espectadores.
Inaugurado el pasado 20 de febrero en el Palacio Fesch-Museo de Bellas Artes de Ajaccio, con la presencia de autoridades de la embajada cubana en Francia, con el señor Gilbert Brownstone y varios artistas cubanos representantes de nuestras instituciones culturales, la amplia manifestación artística: música, danza, exposiciones, conferencias, cine, literatura, se mantendrá hasta el venidero 5 de mayo.
“¡Hasta Siempre! (Ajaccio en el presente de Cuba)”, ha sido el lema de bienvenida para la manifestación artística. Una muestra selectiva de obras antológicas de la colección francesa del Museo de Bellas Artes, notables piezas de la vanguardia plástica cubana de principios del siglo XX y parte de la colección de arte cubano contemporáneo del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, fueron habitando las diferentes salas del museo Fesch, permitiendo tras una curaduría muy particular, un diálogo concurrente a través de lo temático, textural, encuadres y progresiones.
Asimismo, el teatro Espace Diamant fue el escenario escogido para los conciertos de Ernán López-Nussa, Miguel Núñez y Carlos Varela, quienes invitaron a otros artistas nuestros para compartir la escena. Por su parte, la escritora Wendy Guerra, dictó la conferencia “La literatura cubana de hoy”, tras la presentación de Negra, su novela más reciente. Una sugerente muestra de cine cubano producido por el ICAIC bajo la autoría de nuestros más ejemplares cineastas integraron la agenda de programación. De Memorias del subdesarrollo (Tomás Gutiérrez Alea) a Lucía (Humberto Solás), pasando por los recuerdos de la mítica Soy Cuba, de Mikhail Kalatozov, o Los dioses rotos, de Darana o ¡Viva Cuba!, de Cremata, el itinerario que se exhibe de las salas cinematográficas de Ajaccio celebran el cumpleaños del ICAIC en este 2015. La compañía DanzAbierta mostró sus espectáculos Malson y Showroom. Ambas piezas bajo la concepción coreográfica de Susana Pous han tenido un recorrido sostenido en diferentes escenarios cubanos y del mundo. De Chicago a Seúl, ha sido elogiada la fuerza creativa de Susana al tiempo que el rigor expresivo y dominio interpretativo de los bailarines de la agrupación ha sido alabado y premiado. Ellos, formados en los centros de enseñanza artística de Cuba, mostraron la nobleza del ingenio cuando el talento se troca maestría transformativa y generadora de sutilezas para el baile. En Malson, cinco personajes demarcados en el tiempo y el espacio esbozan ambiguas relaciones. Nuevas realidades, tal vez fruto de su mente, surgen como alternativa para construir entornos más vívidos, felices, pasados, futuros, ¿reveladores? El ir y venir de una a otra dimensión, la ambigüedad entre realidad y ficción, el deseo carnal y el juego con los espacios de poder, van dando forma a una historia enmarcada por imágenes habaneras. Obra que mezcla en vivo danza, video, sonoridades, en una misma estructuración espectacular. Mientras que el espacio vacío, inmenso, casi desolado de Showroom (pieza escogida para cerrar las presentaciones escénicas), sus seis cuerpos se debaten en él ante un posible camino de salvación y goce. Penumbras que como ilusión hacia el levante, trazan el mejor de los trayectos. ¿Acaso la máscara como dispositivo que esconde y revela lo esencial? Quizás sea el resumen de las herencias musicales y danzarias albergadas ahora en el cuerpo danzante de DanzAbierta, hecho que le permite a la coreógrafa articular con fina gracia y sapiencia la discursividad de la obra.
Sin duda alguna, “¡Hasta Siempre! (Ajaccio en el presente de Cuba)”, peculiar manifestación artística y expositiva de excelencia del arte cubano de hoy, ha servido como amplificación de ese puente real de entrecruzamientos, de toma y daca, de permanente diálogo del arte cubano y el francés. Agradecer el empeño de los anfitriones corsos por permitir una puesta en espacio sin hacer concesiones ni reacomodos baldíos. Tal como sostiene el propósito discursivo de varias de las obras expuestas en Ajaccio, basta la voluntad de seguir siempre adelante triunfal, resueltos, conquistadores de un futuro más humano en sus complicidades con el presente y con nuestro pasado, modo sutil para transfigurar el cuerpo y sus significaciones.

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